ARTE EN EL VIA CRUCIS MAGNO. SEVILLA 2013 - ESTACIÓN XIV
SEPULTURA DE JESÚS

José Carlos Pérez Morales, Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

La actual hermandad hispalense del Santo Entierro es el resultado de la fusión de dos corporaciones: una inicial homónima, fundada en la década de 1570, y una segunda intitulada de Nuestra Señora de Villaviciosa, cuyo origen se sitúa en el año 1582, radicando en el Hospital del Espíritu Santo. Fue en una capilla del Barrio de los Humeros, conocida como el "Oratorio de Colón" o "del Calvario", donde ambas corporaciones coincidieron y, posteriormente se fusionaron en fecha que desconocemos.

La imagen titular de esta cofradía es un impresionante Cristo Yacente que el historiador José Hernández Díaz, en sus Comentarios en Torno a la Obra del Escultor Juan de Mesa (1933), atribuyó a la gubia del imaginero cordobés; en base, sobre todo, a las analogías que presentaba con el Crucificado universitario de la Buena Muerte, tanto fisiológicas como de otros elementos como la composición del sudario. Lo anterior le induce a situar cronológicamente la hechura del Yacente muy próxima a la del Cristo de la Buena Muerte (hacia el año 1620). Sin embargo, a la vista de otras efigies cristíferas, como los crucificados de las localidades sevillanas de Osuna y Las Cabezas de San Juan -realizados en 1623 y 1624, respectivamente-, no permiten aseverar esta cronología; ampliando, por consiguiente, su marco de ejecución.

Personalmente, además de los vínculos estéticos, el historiador José Carlos Pérez Morales considera que la relación entre Juan de Mesa y esta imponente representación de Cristo habría que buscarla en la especial relación de la hermandad con los mercedarios desde fines del siglo XVI, orden religiosa con la que el imaginero posee férreos lazos. Cierto es que en los años de realización del Crucificado jesuita, el artista granadino Luis de Peña realiza para la Hermandad de la Soledad y Santo Entierro de Morón de la Frontera (Sevilla), otro Yacente cuya rígida composición -muy lejana de la concepción castellana de este pasaje, magistralmente cultivada por Gregorio Fernández- y estética montañesina emparenta el simulacro con el que estudiamos.

La cadavérica anatomía de Jesús se nos muestra en posición de decúbito supino, con la cabeza reclinada sobre un almohadón de tejido natural. Su boca entreabierta, los ojos semicerrados, la relajación muscular y un sinfín de elementos concretos de los momentos posteriores a la muerte denotan una consulta del natural, aspecto que advierte el doctor Juan Delgado Roig en su obra Los Signos de la Muerte en los Crucificados de Sevilla (1951) como explicación de las manchas hipostáticas que pueden contemplarse en las carnaciones; eso sí, sublimado en su máxima expresión. El paño de pureza lo constituye un lienzo ceñido con varias vueltas a la cintura que forma un lazo en el costado derecho. Sus pliegues aparecen dotados de cierto volumen.

El rostro se presenta dramático y abatido, enmarcado por una cabellera organizada en ensortijados mechones acabados virtuosamente, peinada al centro y dejando caer dos pequeñas guedejas sobre ambos hombros. La bífida barba ofrece parejo modelado. El perfil es hebraico, los pómulos salientes y ambas orejas quedan descubiertas. Los brazos dan paso a unas manos de dedos semiflexionados, al igual que las piernas, signo inequívoco de rigidez cadavérica. El torso es ancho y atlético, el vientre se encuentra muy hundido y en la policromía de sus carnes no se ha escatimado tampoco en la representación de hematomas, contusiones y regueros de sangre coagulada. La imagen, que mide 198 cm de altura, carece de corona de espinas, aunque en ocasiones luce potencias de plata dorada. Consta que fue reencarnada por José Bécquer en 1830.

La imagen, labrada en cedro policromado, yace en el interior de una urna de estilo neogótico flamígero, tallada al igual que el resto de las andas, entre los años 1996 y 1998 por Antonio Ibáñez y Joaquín Pineda, bajo diseño inspirado en el retablo mayor de la Catedral de Sevilla. Lleva cartelas y estatuillas de Emilio López Olmedo. El paso va escoltado en la procesión del Sábado Santo por cuatro soldados vestidos con la indumentaria que llevaba la guardia romana en tiempos de Cristo. Tras la adaptación y nuevo dorado efectuados por Eduardo Robles Pardo, el altar mayor de su sede canónica -la Iglesia del Santo Sepulcro y San Gregorio Magno- lo ocupa la antigua urna neoclásica del Yacente, tallada por Lucas de Prada bajo diseño de Melchor Cano (1827).

 

Fotografía de Roberto Villarrica para www.fotoscofrades.com

 

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