El tema de los Desposorios místicos puede ser objeto de confusión entre las santas Catalina de Alejandría y Catalina de Siena; si bien, en principio, la primera se desposa con Jesús representado infante (que suele estar en brazos de María e inclinarse hacia la figura arrodillada de la santa para colocarle el anillo en el dedo), mientras la segunda se une a Cristo ya adulto. Sin embargo, no siempre se marca esta diferencia.

Según Hall, hay discrepancias en los relatos biográficos de Catalina de Siena en cuanto a este episodio, por ello unos mencionan al Niño Jesús y otros a Cristo adulto. En ambos casos la santa aparece arrodillada, bien para recibir el anillo del Niño Jesús, sentado en el regazo de la Virgen; bien para recibir el anillo de Cristo adulto, de pie junto a su madre. Pero incluso aunque Catalina de Siena aparezca desposándose con el Niño, más común en Catalina de Alejandría, se la puede distinguir de su homónima por el hábito dominico.

Según sus biógrafos, la sienesa Caterina Benincasa, más conocida como Santa Catalina de Siena (1347-1380), tuvo su primera visión con tan solo seis años, cuando sobre la iglesia de los frailes predicadores de su ciudad natal vio aparecer a Cristo sentado sobre un hermoso trono, acompañado de San Pedro, San Pablo y San Juan Evangelista. Según el testimonio de la propia santa, dicha experiencia mística le llevó al voto de virginidad, llegando incluso a plantearse el imitar a Santa Eufrosina y disfrazarse de hombre para ingresar en la Orden de Predicadores. Finalmente, a pesar de la oposición de su familia, en 1363 Caterina se unió a las Hermanas de la Penitencia de santo Domingo, con el deseo de llevar una vida de penitencia y oración, decisión que habría de convertirla en un personaje público de enorme trascendencia en la Italia de fines del siglo XIV. Gran defensora de la reforma de la Iglesia, ejerció gran influencia sobre su director espiritual, confesor y biógrafo, Raimundo de Capua, maestro general de la Orden de Predicadores de la obediencia a Roma entre 1380 y 1399 y principal impulsor de la reinstauración de la observancia regular en los conventos dominicanos. A pesar del enorme culto desarrollado en torno a su persona en fechas inmediatas a su muerte, y del esfuerzo de sus discípulos, entre los que destaca Tomás Caffarini, Catalina de Siena no fue canonizada hasta 1461, a petición de Pio II.

La presente obra de Vicente López no entraña confusión sobre la identificación de la santa, sino sobre el asunto que trata, ya que aunque cumple con algunas características de la iconografía, en la visión mística que tuvo la terciaria dominica desposándose con el Señor, Jesús adulto figura colocándole el anillo en el dedo. En este caso, sin embargo, la santa sostiene la corona de espinas, mientras Jesús, de pie, le muestra las heridas dejadas por la crucifixión, en un ambiente decididamente pasionista donde aparecen otros elementos del martirio de Cristo: la lanza, la columna, los clavos, y lo que parece ser la esponja empapada en hiel y vinagre.

Catalina de Siena experimentó numerosas visiones, éxtasis y experiencias místicas bien informadas que relató a Raimundo de Capua, por tanto, más que ante las bodas místicas podemos encontrarnos ante una de esas apariciones, en la que contempló a Jesús resucitado como Varón de Dolores.

Este óleo sobre lienzo (medidas: 143 x 93 cm) fue vendido en el mercado del arte el pasado año 2021 a través de una subasta organizada en Barcelona por la casa Setdart. Observamos un lenguaje donde influye de manera decisiva la fastuosidad barroca de los frescos de Giordano y Giaquinto, así como el peso del naturalismo de Ribera y Ribalta, más presente en sus retratos. Aunque no está fechada y ha sido objeto de varios repintes y restauraciones, encaja dentro del estilo del pintor valenciano. Cierra la composición un ángel situado al fondo, recurso que Vicente López utilizó en muchas de sus creaciones, como "El sueño de San José" o "San Pedro liberado por un ángel", ambas de la colección permanente del Museo Nacional del Prado de Madrid.