BLACK LIVES MATTER - PINTURA Y ESCULTURA SACRA
SAN ELESBÁN
06/08/2020
Según la tradición, San Elesbán nació en el siglo VI d.C., siendo el cuadragésimo séptimo emperador de Etiopía. Los escritos también hablan de él como descendiente del rey Salomón y la reina de Saba (hecho bastante improbable) y como gobernante de un reino cristiano que se extendía desde Etiopía hasta el mar Rojo, sometiendo durante su mandato a los árabes y judíos de Yemen. Al igual que ocurrió con Santa Ifigenia, la devoción a San Elesbán alcanzó su punto álgido en el siglo XVIII, coincidiendo con la fuerte propagación del culto a los santos negros por parte de carmelitas y franciscanos, cuyo propósito era la conversión de los esclavos de África que habían sido enviados a Europa y sus colonias. Una reciente teoría de Anderson Oliveira habla de que la adoración a ambos santos pudo tener su origen en el culto a la deidad Mawu-Lisa, muy extendido en la zona occidental del continente africano, de donde procedían muchos de esos esclavos. Dicha deidad estaba compuesta a la vez por una parte femenina que se identificaba con la luna (Mawu) y una parte masculina que se identificaba con el sol (Lisa). Uno de los epicentros de la esclavitud colonial, la zona minera del Brasil en el setecientos, habría importado ese culto pagano que dio lugar a las devociones carmelitas de Ifigenia y Elesbán, estableciendo así un diálogo entre los ancestrales dioses africanos y los nuevos santos de la religión católica. La obra que nos ocupa es precisamente una de esas tallas que fueron utilizadas como iconos propagadores de la nueva fe. Se conserva en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de los Hombres Negros de la ciudad de Recife, construida en 1630 por la hermandad homónima formada por esclavos negros; cuya patrona, como ya sabemos, fue la Virgen del Rosario. A pesar del origen esclavo de sus integrantes, la hermandad no escatimó esfuerzos para levantar una iglesia tan rica como las erigidas por la nobleza. Entre 1750 y 1777 fue reconstruida inspirándose en los conventos franciscanos; dando como resultado, tanto en el exterior como en el interior, una mezcolanza de los estilos barroco y rococó propia de la segunda mitad del siglo XVIII. Hermandades como la anterior fueron fundadas por esclavos unidos en el nuevo hábitat para sobrellevar mejor juntos el dolor de la esclavitud y el exilio, armonizando sus ritos ancestrales con la religión impuesta de la mejor manera posible. A través de estas asociaciones religiosas los negros podían expresar sus necesidades de defensa y protección, así como sus deseos de libertad y caridad para con el prójimo y de solidaridad humana. Así, las fiestas de la Hermandad de Nuestra Señora del Rosario de los Hombres Negros en Recife incorporaron una serie de bailes y rituales que no formaban parte de la liturgia católica, sino de los países de origen de los esclavos; que en el caso de Recife, provenían sobre todo de Angola, Congo y Mozambique. Ejemplos los tenemos en los quilombos, el maracatu o el ritual de coronación del rey y la reina del Congo. Algunos de estos rituales incluso llegaron a ser prohibidos por la Inquisición. En el templo del Rosario de Recife, a excepción de las dos imágenes marianas (la titular y la Virgen de la Boa Hora, identificada con las del Buen Suceso o Buen Parto) y los simulacros de Santo Domingo, todas las demás representan a santos negros: San Benito de Palermo, Santa Ifigenia, San Moisés el Moro, San Antonio de Cartago y San Elesbán, este último con una iglesia en su mano izquierda por ser fundador del Carmelo, y quitando la vida al rey judío árabe Dunam (enemigo de su fe) con una lanza que debía llevar en su mano derecha, actualmente perdida. Pese a la condición étnica que la Iglesia adjudicó al derrotado, Elesbán adquirió una fama de "matablancos" que llegó a revolucionar la iconografía católica del periodo barroco. La escultura, que además de los crespos cabellos, tiene el aliciente de incluir, aunque sea sutilmente, rasgos propios de su condición etíope, como los abultados labios y la forma grande y almendrada de sus ojos (sin contar la apostura guerrera del cuerpo propia de su raza), fue restaurada hace dos años al figurar en una exposición sobre santos negros en el Museo de Arte Sacro de Pernambuco, cuyo objetivo fue proponer una reflexión sobre la santidad de la negrura en la Iglesia, y combatir así los prejuicios raciales, la intolerancia y la demonización de los mencionados rituales procedentes de África, propagando así el diálogo interreligioso. |
FUENTES CONCEIÇAO, Nancy Nery da. Religiosidade em Ouro Preto no século XVIII: os signos africanos na igreja de Santa Ifigênia. Entre a norma e o conflito: espaços de negociaçao, USP, São Paulo, 2016, pp. 70-71. BARBOSA, Antônio. Relíquias de Pernambuco: guia aos monumentos históricos de Olinda e Recife, São Paulo, Editora Fundo Educativo Brasileiro, 1983, p. 105. MARTÍNEZ CARRETERO, Ismael. "Santos legendarios del Carmelo e iconografía", en El culto a los santos cofradías, devoción, fiestas y arte, San Lorenzo de El Escorial (Madrid), Ediciones Escurialenses. Real Centro Universitario Escorial-María Cristina, 2008, p. 405. |
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