El escultor e imaginero genovés Jacome Vacaro inició muy posiblemente su actividad independiente en Jerez de la Frontera a partir de 1758 -fecha en la que aparece por primera vez empadronado en la collación del Salvador y en la que contrajo matrimonio-, comenzando desde entonces una actividad que lo colocaría como el escultor más importante y completo -dominó la madera y la piedra, el bulto redondo y el relieve, fue arquitecto de retablos y su obra pudo probablemente incluir el género civil- de Jerez y su comarca durante la segunda mitad del siglo XVIII. Del año 1759 es su primera obra documentada, la actual imagen de la Sagrada Flagelación de la jerezana cofradía de la Amargura (imagen superior izquierda), que pasa por ser quizás su obra más conocida. Esta talla se encuentra firmada y fue encargada por un canónigo de la entonces Colegial para un retablo de dicho templo, obra sin duda igualmente suya.

Siguiendo con Andalucía, en Almería, concretamente en la localidad costera de Aguadulce, situada en el término municipal de Roquetas de Mar, encontramos un Atado a la Columna bajo el título de Cristo de la Sangre. Se trata de una obra muy poco conocida del escultor e imaginero sevillano, afincado en Madrid, Gabriel Cuadrado Díaz (imagen superior derecha). No hemos podido determinar su fecha exacta de ejecución, pero pudo haber sido tallado en los años 80 del pasado siglo XX. Venerado en la Parroquia de la Preciosísima Sangre, sus medidas son 170 x 58 x 60 cm y presenta el estilo inspirado en Juan de Mesa tan característico de las tallas pasionistas del artista de Villanueva del Ariscal, quien siempre acentúa la corpulencia física y el dramatismo expresivo en sus imágenes de Cristo.

Jesús de la Flagelación es una talla completa que forma parte de los desfiles penitenciales de Ceuta, labrada en madera de cedro policromada por el artista sevillano Juan Manuel Miñarro (1994) siguiendo también los postulados de los maestros de la escuela sevillana (imagen inferior izquierda). Hablamos de una obra de capital importancia en la trayectoria de Miñarro, ya que en ella se asentarían muchas de las maneras que el artífice desarrolló posteriormente en la gran mayoría de sus piezas sacras. Presenta un patético realismo, siendo aún algo incipientes pero palpables los grafismos tomados del Hombre de la Síndone, tan admirados y estudiados por el escultor, caso de los detalles fisonómicos o las sangrientas carnaciones. La mirada, llena de mansedumbre y perdón, contrasta con la crudeza del resto de la composición, completada por unos verdugos de sus discípulos Fernando Murciano y Manolo Mazuecos.

Por último, nos vamos a la Región de Murcia para hablar del Cristo de la Flagelación de la Cofradía de los Californios de Cartagena, magnífica obra del valenciano Mariano Benlliure (1946-1947) que sigue la línea castellana del Seiscientos (imagen inferior derecha). Representa a Cristo ya flagelado y atado a la columna, con un concienzudo estudio anatómico que resalta la musculatura. La columna, más baja que Cristo, sigue el esquema popularizado en el XVII; sin embargo, el diámetro del fuste sugiere una columna enorme, que el autor corta para que no se pierda la silueta de la figura, que mira hacia abajo para contemplar al espectador y así suscitar compasión y culpa, en actitud serena, sin aparatosidad, casi sin reflejar el dolor humano tras el cruel castigo recibido, dotando a la imagen de un carácter divino, resultado de una soberbia combinación entre perfección anatómica, serenidad y espiritualidad. Se advierte una marcada monumentalidad en sus volúmenes, habitualmente plasmados por Benlliure en sus obras civiles. Al ser una figura aislada, concentra toda su expresividad en la solitaria figura de Cristo, haciendo que el espectador olvide el carácter narrativo de esta escena, tan habitual en la representación de este pasaje de la Pasión.