EL GRECO. IV CENTENARIO (XI)
EL SOPLÓN

Con información de Diego Suárez Quevedo


 

 

Los años de formación veneciana fueron definitivos en la formación pictórica de El Greco: supo aglutinar en un todo personalísimo aspectos de Tiziano, Veronés, Tintoretto y Bassano, singularmente de los dos últimos, aunque en Roma, en 1570, es presentado por el miniaturista Giulio Clovio con el aval de discípulo de Tiziano, el más efectivo sin duda para el entorno de los Farnesio en el que intenta medrar el cretense. Sin lograr sus propósitos, en la Ciudad Eterna estará hasta 1577, en que se traslada a España.

Cuando se alojaba en el romano palacio Farnesio, El Greco pintó Muchacho encendiendo una Candela, una insólita escena de género conocida como El Soplón (1570-1575), que regaló a Giulio Clovio y luego pasó a la colección Farnesio; se encuentra hoy en el Museo Capodimonte de Nápoles.

Se trata de una auténtica y genial creación de El Greco, por más que el verismo que emerge de un todo di fuoco e di notte tenga antecedentes bassanescos. En una profunda oscuridad ambiental, un muchacho sopla un ascua para encender una vela. La incandescencia subsiguiente al hecho hace brillar a toda la figura con vivos colores; las mejillas son muy rojizas y la chaqueta amarilla posee sombras verdes luminosas, todo a base de espesos pigmentos de color. La intensidad del empaste da plasticidad al trozo de ascua.

Han sido puestos en relación con el origen del tema varios pasajes concretos (libro XXXIV, 79 y libro XXXV, 138) de la Naturalis Historiae de Plinio el Viejo, donde, a propósito de un discípulo de Mirón, se comentan las anécdotas del soplo de un muchacho a un ascua, y los reflejos en su rostro; una fuente de la Antigüedad perfectamente accesible a El Greco en el entorno de Fulvio Orsini y la biblioteca farnesiana.

El esfuerzo y la atención del soplón están concentrados en la mueca que tiene que hacer para alimentar el fuego, sin apagarlo: las mejillas hinchadas y la boca ligeramente abierta. Algunos críticos han reconocido en este personaje la figura de una mujer, ligando de esta forma la escena al proverbio español que dice: "El hombre es fuego, la mujer paja, viene el diablo y sopla". La mano izquierda, pintada con un efecto de contraluz de particular sugestión, sujeta con delicadeza el tizón candente: surge inmediatamente la comparación con la otra mano, que acerca la vela al fuego, de la que se ve la palma iluminada.

Existe otra versión de El Soplón (hacia 1570-1576) conservada en manos privadas. También son varias las versiones (Museo del Prado -hacia 1580- y National Gallery de Edimburgo -imagen inferior, hacia 1587-1596-) en las que se incluyen las figuras de un hombre (un pícaro) de sonrisa bobalicona y de un mono encadenado que sopla también con expresión concentrada, lo que complica el significado de la obra, sin que exista unanimidad para explicarla. Es difícil asegurar si estamos ante una escena de género, una historia moralizante, un ejercicio de creación artística donde la luz es elemento esencial o una elaborada mezcla de estos elementos.

Según Giorgi, la versión escocesa con tres personajes, llamada Fábula (al igual que la del Museo del Prado) por figurar inventariada por Jorge Manuel Theotokópulos con dicho título, tiene su modelo precedente en la obra de Pieter Bruegel Dos Monos (1562), conservada en el Staatliche Museen. El hombre y el mono representarían los placeres de la vida terrena que el adolescente derrocha sin reflexión.

 

 

FUENTES: SUÁREZ QUEVEDO, Diego. "Sombras, luces y penumbras en ambientaciones y figuraciones artísticas a fines del siglo XVI e inicios del XVII", publicado en Anales de la Historia del Arte, nº 13, 2003, p. 171; GIORGI, Rosa. El Greco, Milán, 2000, pp. 110-111. Con información del Museo del Prado.

 

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