RODIN. OBRA SACRA (Y VI)
EVA Y ADÁN
Jesús Abades y Sergio Cabaco
Ambas obras fueron realizadas para la monumental Puerta del infierno, un encargo en el que Rodin estuvo trabajando durante 37 años desde 1880 y que, finalmente, quedó inconcluso. Inspirada, moralmente, en la primera parte de la Divina Comedia de Dante y, estéticamente, en las Puertas del paraíso de Ghiberti, el destino de la puerta de Rodin era la entrada del Museo de las Artes Decorativas de París. No se llevó al bronce hasta después de la muerte del escultor, quien solamente la modeló en yeso. Rodin sugirió colocar las figuras de Adán y Eva a cada lado de la Puerta del infierno. Adán (imagen superior) revela la influencia de Miguel Ángel, en particular el famoso Adán pintado para el techo de la Capilla Sixtina. Su extremadamente desarrollada musculatura, que sugiere gran fuerza física, contrasta con su pose, que evoca un ser que sufre o coaccionado. Al señalar el suelo, el Adán de Rodin insiste en su pertenencia terrenal, mientras que Miguel Ángel mostraba a un hombre en el instante en que Dios le otorgaba la chispa de la vida. Respecto a Eva (imagen inferior), quedó sin terminar y Rodin la mostró así en 1899, en una época en la que se atrevía a mostrar sus obras en un estado fragmentario o no acabado. Contó más tarde que había empezado a modelar una gran figura femenina, pero tuvo que detenerse porque su modelo, que estaba embarazada, ya no podía posar. La piel, la ausencia de detalles o la huella de la pieza metálica del armazón en el pie derecho, son testimonios del trabajo pendiente que Rodin decidió conservar. La sensualidad del cuerpo de Eva, opuesta al movimiento de pudor que esboza, inclinando la cabeza y cruzando los brazos, hizo que tuviese una amplia difusión bajo la forma de bronces, mármoles o barros cocidos. En ambas figuras, sobre todo en la masculina, se reflejan los dos temas principales de la Puerta del infierno: la desesperación y la muerte. Dos muestras de un universo de angustia y desconsuelo, dos cuerpos desnudos, dos rostros angustiados, destinados a acumularse en ese gran rectángulo con estructura de portal clásico. Una alegoría sobre el amor y la condena y una reflexión sobre la condición humana, con sus luces y sombras. |
Entre los discípulos y seguidores posteriores influidos por Rodin destacan Camille Claudel, Aristide Maillol, Constantin Brancusi, Henri Matisse, Alberto Giacometti, Alexander Archipenko, Josep Clarà, Charles Despiau, Eduardo Chillida, Jules Desbois, Pablo Picasso, Julio González, Madeleine Jouvray y Pablo Gargallo. Rodin se sirvió de colaboradores desde muy pronto. Con los grandes encargos de las décadas de 1880 y 1890, las necesidades de moldeado y ampliación se multiplicaron, por lo que el artista se rodeó de fundidores, talladores, moldeadores, ayudantes y alumnos, cuyo cometido no siempre estaba definido con precisión. Camille Claudel y Jules Desbois fueron los primeros en entrar a trabajar para el maestro. La primera, con la que mantuvo una tormentosa relación que la destrozó, era la mejor de todos, tan brillante como el maestro. Muchos de los colaboradores de Rodin eran también excelentes escultores (Claudel, Desbois, François Pompon, Antoine Bourdelle, Charles Despiau), por lo que el taller se convirtió en escenario de unos intercambios que Rodin no dudó en aprovechar, especialmente en el caso de Claudel. Preocupado únicamente por la forma, Rodin convirtió la mano y la cabeza, por su fuerza expresiva, y el torso, por su plenitud, en sus campos de experimentación favoritos. De este modo abrió la puerta de la escultura del siglo XX: desde Drivier, Dejean y Janniot hasta Brancusi, Archipenko, Zadkine, Giacometti, Ubac, Chillida y Dodeigne, desde los figurativos hasta los no figurativos, desde los artistas que tuvieron relación con él hasta los que, mucho más jóvenes, solamente lo conocieron a través de su obra. La obra de Rodin se advierte igualmente en los numerosos artistas españoles que tocaron el tema sagrado o se especializaron en el mismo. Entre ellos se encuentran Clarà, Susillo, Joaquín Bilbao, Capuz o Daniel Alegre. Actualmente el estilo de Rodin se deja sentir en autores como Jesús Trapote, Álvaro Abrines o José María Ruiz Montes, cuyo trabajo para el trono malagueño de Redención (imagen inferior) remite a la Puerta del infierno. |
Nota de La Hornacina: con información y fotografías del Musée Rodin de París.
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