LA ICONOGRAFÍA DE SAN JOSÉ - PINTURA Y ESCULTURA (XXIII)
TORCUATO RUIZ DEL PERAL
23/03/2021
Foto:
José Carlos Madero López |
La venida a Granada de Torcuato Ruiz del Peral en 1722, deslumbrado por el influyente arte del taller de José de Mora, para trabajar con Diego de Mora (1725), sumado a sus años con Benito Rodríguez Blanes, pintor y presbítero de la colegial granadina de los Santos Justo y Pastor, supone una etapa determinante en la configuración de su arte. El conocimiento de la obra del propio Diego de Mora o de José de Mora, Pedro de Mena, Alonso Cano, etcétera, ejercerá una influencia que Ruiz del Peral materializará en piezas maestras como el San José con el Niño de la iglesia granadina de su nombre. Es esta también una imagen muy significativa de la trascendencia cromática de Ruiz del Peral. El fasto cromático se hace antítesis dinámica entre el rojo del ampuloso manto envolvente del Patriarca y el estofado dorado de su túnica y la del Niño. Este recurso de contrastes cromáticos será un elemento más en la definición de Ruiz del Peral como policromador, no solo en el tratamiento de los tejidos sino en el plano plástico, donde nuestro escultor concentra toda la maestría de su arte, en las cabezas. Ruiz del Peral recurre a modelos predefinidos en la estatuaria granadina del Barroco, especialmente en las soluciones faciales: rasgos muy marcados, nariz poderosa y romana, mentón prominente, etcétera. Dichos modelos provienen directamente del arte de los Mora. Pero Ruiz del Peral no se limita a reproducir estos caracteres formales sino que sabe dotarlos de espíritu propio, en la medida en que infiere vida al cabello, ensortijándolo en un movimiento barroquista, y dramatiza los valores plásticos de la imagen con el concurso de una valiente policromía que se aleja de la sobriedad elegante de Mora o Mena. La recurrencia de estos valores faciales confiere a su estética ciertos matices de retrato, en los modelos masculinos y en los femeninos. Esta circunstancia convierte a Ruiz del Peral en un escultor de cabezas de clara vocación naturalista. Pero no solo van a ser esas cabezas excepcionales, de a veces exacerbado realismo, las que definan su estilo, sino también sus carnaciones a pulimento en los rostros -matizadas con veladuras para simular la barba rasurada o la propia tonalidad de la piel, lo que ensalza los propios valores del modelado-, las cuales contrastan poderosamente con el tratamiento cromático de los paños. Esa tendencia a las carnaciones brillantes es, según el historiador Sánchez-Mesa, una deuda más de los Mora, que a través de un estudiado contraste entre el brillo húmedo de sus encarnaduras y la sobriedad de sus policromías concibe toda una estética de la melancolía. La riqueza del dorado, grafitado y resuelto en florecillas, de las túnicas del Niño y José, revela la intervención o influencia del trabajo de su hermano Juan Manuel, pero no por ello quita mérito para ver el exquisito dominio en la solución formal de rostros y manos, así como en el plegado de las vestimentas cuyo manto rojo del santo confluye en uno de sus hombros, siendo esta una solución característica en los ropajes de sus santos. El San José con el Niño, una de las obras cumbres de Torcuato Ruiz del Peral, fue realizado entre 1748 y 1755 y pertenece a su etapa de madurez artística. Fue precisamente a partir de 1748 cuando Ruiz del Peral se halla instalado en una nueva casa más amplia, coincidiendo con este relevante encargo cuyo análisis formal nos sirve para explicar las características estéticas del maestro en esos momentos: empleo del estofado al grafito con oro, a través de la representación de un delicado y ornamental mundo floral, el uso expresivo del color en parte de las vestimentas de sus imágenes y por otro lado la tan característica solución de volumétricos paños. El grupo escultórico, tallado a petición de la Hermandad de Esclavos del Patriarca San José, tuvo la gran fortuna de convertirse en un modelo iconográfico a imitar ya que Ruiz del Peral optó por la fórmula de San José itinerante, más activo y dinámico, tan en boga en la España del momento. La túnica del Niño deja al descubierto su pecho. Camina digna y reposadamente, y sus formas redondeadas y su cabeza presentan grandes analogías con las del Niño de la Espina y las de los titulares del templo granadino de los Santos Justo y Pastor. En cuanto al Patriarca, que lo conduce con su mano derecha mientras su izquierda empuña la vara florida, es una de las más nobles estatuas granadinas. Todos los ropajes se mueven con la forma característica de Ruiz del Peral, quien lanza al aire trozos rígidos de paños que, de vez en cuando, presentan sus acostumbrados cortes en bisel. Las figuras, de tamaño natural, ocupan el retablo mayor, diseñado para ellas en 1788 por Ventura Rodríguez, y su influjo en la estatuaria granadina fue, como hemos dicho, extraordinario. |
FUENTES LÓPEZ-MUÑOZ MARTÍNEZ, Ignacio, "Aspectos inéditos en la creación artística de Torcuato Ruiz del Peral: hacia una nueva estética concebida desde el sincretismo formal y el fasto cromático", y GÓMEZ ROMÁN, Ana María, "Los lances de un hombre y la fortuna de un artista: nuevas noticias sobre Ruiz del Peral", en Boletín del Centro de Estudios "Pedro Suárez", año XXI, nº 21, Guadix, CEPS, 2008, pp. 57-58, 71 y 242-243. GALLEGO Y BURÍN, Antonio. "Un escultor del siglo XVIII. Torcuato Ruiz del Peral", en Cuadernos de arte de la Universidad de Granada, nº 1, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Granada, 1936, p. 217. |
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