Esta bellísima imagen de San Joaquín la hemos atribuido a Benito de Hita y Castillo (1714-1784) por las numerosas similitudes que presenta con su obra escultórica. Representa a San Joaquín de pie, llevando sobre su brazo izquierdo a la Niña María, apoyándose en un bastón con la mano derecha. Viste el santo túnica de tonos azulados con elegantes detalles florales estofados, ceñida con cíngulo de rayas al estilo hebreo, el mismo que aparece en el pañuelo que rodea el cuello. Manto de tonos carmines y vueltas de pan de plata lacado que produce un efecto dorado. Todas las vestimentas llevan una orla con motivos de rocalla propios de mediados del siglo XVIII. María viste ropas concepcionistas, túnica blanca y manto celeste, sólo las mangas de la camisa en tonos carmines aporta una tonalidad diferente. La Niña abre los brazos en actitud de bendecir y de acogida. La imagen muestra un perfecto acabado en todas las labores de estofado en cada uno de sus detalles, lo cual pone de manifiesto que se trata de un encargo muy cuidado. Mención aparte merece las encarnaduras del rostro sereno de San Joaquín que se complementa con el movimiento y la gracia infantiles de la Niña María. El análisis de la obra nos lleva al estilo de Duque Cornejo, pero tal vez con una mano diferente, la de su principal discípulo que supo crear un estilo muy personal, Hita y Castillo. Efectivamente la comparación con las obras de este gran maestro del setecientos sevillano nos lleva a encuadrarla dentro de su producción: el prototipo de los rostros, la forma de resolver la composición o las labores de estofado y policromía encajan en obras de Hita como la Virgen de los Ángeles de la parroquia gaditana del Rosario o la Virgen del Carmen de Barlovento en Canarias. Se completa la imagen con diadema circular cincelada por el orfebre sevillano Ossorio en 2011.