La imagen de Jesús de la Paz, muy influida por las directrices estéticas del pintor, escultor y diseñador hispalense Antonio Dubé de Luque -maestro del autor entre los años 1984 y 1990-, inclina levemente la cabeza y dirige la mirada hacia el apóstol San Pedro, quien por tercera vez niega conocerle ante las acusaciones vertidas por la criada portera del sumo sacerdote. Es por ello que la mirada del Maestro aparece desolada al confirmarse las negaciones de su discípulo que él mismo profetizara en la Última Cena.

La hechura cristífera, tallada en 1990, camina maniatada por el centro de una composición escultórica ambientada en el atrio de la residencia de Anás -simbolizado mediante un pavimento revestido con azulejos decorados-, sumo sacerdote vitalicio y suegro de Caifás, al cual remite el reo. Su autor es Francisco Reyes Villadiego (Salteras, 1964), quien la labró en cedro policromado. Como discípulo de Dubé de Luque, se muestra también buen dibujante, como lo ha manifestado en la ejecución de carteles y numerosos proyectos de arte sacro, especialmente para la Cofradía del Carmen Doloroso, de la que es hermano y director artístico.

El rostro del Señor de la Paz presenta acusados perfiles hebreos, con los ojos hundidos y policromados en la madera, los pómulos salientes y los cabellos espesos y oscuros. La tristeza del semblante se refleja en el sutil fruncimiento del entrecejo y en los temblorosos labios, ligeramente curvados hacia abajo. La ondulada barba muestra un modelado parejo al de la cabellera. Fue restaurado en 1995 por su autor, quien lo repolicromó y talló nuevo cuerpo anatomizado. Sus actuales carnaciones son cálidas, con las mejillas encendidas y el sudor de sangre conservado en el nacimiento del pelo por la angustia padecida en el Huerto de los Olivos.

Además de San Pedro y la acusadora, figuran en el misterio las efigies de San Juan Evangelista, San José de Arimatea, el sirviente Malco, dos soldados romanos que escoltan a Jesús y otro criado del Sanedrín. La presencia de José de Arimatea, portando en sus manos la ley hebraica, obedece a su condición de sanedrita contrario a la injusticia cometida con Jesús, y la de San Juan a la del testigo presencial que narrará lo acontecido a María y luego lo recogerá en su evangelio. Se incluye también la figura de un gallo en alusión al animal citado por Cristo: "en verdad te digo que esta misma noche, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces" (Mt 26, 34). Todo el conjunto fue labrado por Reyes Villadiego entre los años 1995 y 1999.

Tallado por Francisco José Verdugo (2000-2004) según un diseño neobarroco de Francisco Reyes Villadiego, el canasto procesional -conocido popularmente como "el galeón" por sus grandes dimensiones y la vinculación marinera de dicha corporación de penitencia- posee carpintería de Manuel Caballero Farfán y dorado de Justiniano Sánchez Mesa y Abel Velarde. Las pinturas sobre cerámica del pavimento son de Rocío Almarcha y Juan Manuel Herrera (1998-2000). Se alumbra por seis candelabros de guardabrisas, obra también de Verdugo. Respiraderos de malla confeccionados en el taller del bordador Manuel Solano. Lleva cartelas y ángeles labrados por el escultor sevillano José María Leal Bernáldez (2007-2008). El llamador con la efigie de San Fernando, diseño del pintor y restaurador sevillano Antonio Díaz Arnido, ha sido cincelado por Álvaro Flores (2008).