EL COLEGIO DEL PATRIARCA EN VALENCIA (Y III)

Manuel Sánchez Navarrete. Con información de Jesús Abades


 

 

Detalle del soberbio Nazareno, un óleo sobre tabla del pintor del Renacimiento Luis de Morales (1509-1586), discípulo de Pedro de Campaña y pintor de cámara de San Juan de Ribera durante su episcopado en Badajoz. Domina sus obras una religiosidad íntima y recogida y un misticismo embargado de melancolía, en que se preludian, con el ritmo ascendente de sus figuras alargadas, las maneras del Greco. Es esta obra una excelente pintura que destaca por su belleza entre las varias que, sobre el mismo tema y con ligeras variantes, realizara el pintor, y en la que aparecen claramente definidas las características de exacerbado misticismo, delicadeza cromática y minucioso realismo propias de Morales, apodado "El Divino".

 

 

Detalle del Cristo Yacente, óleo sobre lienzo del valenciano Ignacio Pinazo Camarlench (1849-1916), uno de los artistas más renovadores y trascendentes de su tiempo, con una extensa obra que comprende pinturas de todo género y que, desde un realismo naturalista, se extiende aproximándose al Impresionismo. Su dibujo atrevido y su agilidad de pincel, junto con su veracidad y rigor pictórico, hacen de sus obras un auténtico compendio de espontaneidad, seguridad y fuerza creadora. La pieza del Patriarca, fechada en 1896, constituye una de sus obras más extraordinarias, no solo por la línea de su composición y el sentimiento que la anima, sino también por su pureza conceptual, por su técnica impresionista mesurada y valiente a la vez, y por su cromatismo perfecto en gama de colores fríos ricamente matizados que da a la figura un aspecto impresionante.

 

 

Aunque en el Museo del Patriarca figure como obra de Bernardino Luini (hacia 1480-1532), se trata de una copia, probablemente de taller dada su fidelidad y su buena calidad, del famoso cuadro del pintor italiano La Virgen con el Niño y San Juan Bautista (1523), conservada en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Luini, llamado en realidad Bernardino Scapi o de Scapis, fue discípulo directo y colaborador de Leonardo da Vinci, y junto con Giovanni Antonio Boltraffio, Andrea Solario, Marco d'Oggiono -todos ellos también discípulos de Leonardo- y El Bramantino, dominó el panorama de la pintura lombarda del primer tercio del siglo XVI.

 

 

 

A la izquierda, vista de una de las salas del museo. A la derecha, el óleo sobre lienzo Ángeles Adorando la Eucaristía pintado en fecha incierta por el artista levantino Jerónimo Jacinto de Espinosa (1600-1667), uno de los pintores más interesantes en la Valencia del Seiscientos y continuador, en unión de Esteban March, Pablo Pontóns y otros, del taller de Francisco Ribalta, del que toma las preocupaciones por el problema de la luz, un vigoroso realismo y un hondo sentido religioso. Como retratista y pintor místico, aspecto en el que destacó, muestra notables afinidades con Francisco de Zurbarán. En esta obra (92 x 74 cm), nos presenta dos ángeles adorando una hostia resplandeciente que aparece rodeada de nubes y cabecitas de ángeles, bajo una filacteria con inscripción en latín que, traducida, dice: "HE AQUÍ QUE EL PAN DE LOS ÁNGELES HA SIDO HECHO COMIDA DE LOS VIADORES".

 

 

 

A la izquierda, otra vista del museo. A la derecha, Alegoría de la Orden de los Camaldulenses, extraña composición pintada por El Greco en la que San Benito (con hábito negro) y San Romualdo (con hábito blanco) se combinan con una serie de elementos alegóricos alusivos a la fundación de la Orden Camaldulense, inspirada en la regla benedictina, fundada por Romualdo en el siglo X. Es obra considerada como auténtica por la mayor parte de los críticos, y datada entre los años 1606 y 1610, aunque no falta quien admita la participación de taller. Recordaremos a este efecto que la manera de trabajar en los talleres del siglo XVI, y comienzos del XVII, dificulta el poder precisar frecuentemente las manos que intervinieran en cada obra; de ahí que, incluso en sitios tan rigurosos y documentados como los museos, se sucedan las dudas y varíen las atribuciones.

 

 

 

Dos valiosas esculturas religiosas de pequeño formato conservadas en el Museo del Patriarca. A la izquierda, obra que representa a San Juan Bautista y se cataloga en el siglo XV. Presenta influencias de las piezas de tamaño inferior del natural en alabastro policromado que, desde Inglaterra, se exportaron al continente europeo para su aplicación en los templos, especialmente en retablos y sepulcros.

A la derecha, talla en madera policromada, dorada y estofada del Santo Ángel Custodio, de autor anónimo y perteneciente a la escuela levantina del siglo XVIII. Supone una bella muestra del barroquismo impuesto por el murciano Francisco Salzillo y las tendencias neoclásicas de artistas de la zona como Ignacio Vergara y su discípulo José Esteve y Bonet. Consta que se renovó en 1885.

 

 
 

 

Sobre el dintel de acceso a la puerta de la biblioteca, a la que se accede a través de una majestuosa escalera construida en 1599 por Francisco Figuerola y ampliada en 1602, vemos una figura de Hércules cubierto con la piel del león de Nemea, obra castellana del siglo XVI inspirada en la escultura romana. El contenido de la biblioteca en armarios y vitrinas es múltiple en cantidad y valioso en calidad, calculándose en unos 5.000 los ejemplares que conserva, aparte de la otra, la de los colegiales, que cuenta alrededor de 16.000. 2.651 volúmenes son de los siglos XVI y XVII. Hay también un gran número de biblias y códices miniados, incunables casi inéditos, interesantes manuscritos de San Juan de Ribera, cartas geográficas de la antigüedad, un libro autógrafo de Fray Luis de Granada, el famoso mapa-mundi de Planccius (planisferio de 1592), grabados y objetos artísticos. En las paredes, colección de retratos de reyes y príncipes españoles, y de otros personajes, copiados de la quemada colección de El Pardo (1603), con copias de los Bassano, Ribalta, Pantoja, Sariñena y otros, tanto de la escuela española como de la italiana y bizantina. Sobre el remate de la estantería, obra del tallista Pedro de Gracia (siglos XVI y XVII), motivos ornamentales del XVI, jarrones y pomos de jaspes, pilares floreados, bustos de bronce y otros romanos de mármol, con leves retoques pictóricos para ser transformados en mártires del Cristianismo y adecuarlos así al culto católico preconizado con insistencia por los pontífices, si bien el Patriarca tenía mucho de hombre del Renacimiento.

 

 
     
     
     
     
 

 

Detalles del espléndido Nacimiento del colegio, compuesto por las figuras de la Virgen arropando al Niño, San José presenciando la escena, la mula y el buey que según la tradición cristiana dieron calor al Recién Nacido en el establo, y Dios Padre emergiendo de un rompimiento de gloria bajo la forma de ojo inserto en un triángulo en alusión a la Santísima Trinidad. El conjunto es relacionable con la labor del escultor valenciano José Esteve y Bonet (1741-1802) y su círculo, al presentar un elegante acabado, un buen dominio de la técnica escultórica (no tan brillante en los paños como en las carnes, de ahí que no haya que descartar la intervención del taller) y un estilo en el que se pone de manifiesto, pese al barroquismo que inspira al grupo, el triunfo del Neoclasicismo impuesto en la época por la Academia. No hay que olvidar tampoco que Esteve y Bonet, con la colaboración de José Ginés Marín, fue autor del famoso Belén del Príncipe para las dependencias de los infantes del Palacio Real de Madrid; por tanto, hablamos de una iconografía en absoluto extraña a su prolífica producción.

 

 

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