El 24 de febrero de 2019 era presentado en el templo onubense de la Purísima Concepción una de las grandes obras de la imaginería contemporánea: el monumental conjunto escultórico de Nuestra Señora del Carmen y las Benditas Ánimas del Purgatorio, obra del artista alicantino Ramón Cuenca Santo. Tallado en madera de cedro, plateada, estofada y policromada al óleo, alcanza los 325 cm de altura total, y representa a María conforme a la iconografía carmelita como mediadora para la salvación de quienes aguardan entre las llamas.

En esta obra el purgatorio se representa en la parte inferior de la escultura, como una cueva simbolizada por una peana que imita rocas, en cuyo interior se encuentran tres ánimas padeciendo el fuego purgativo.

Representando distintos estamentos de la vida terrenal, las tres almas desnudas escenifican una agitada escena que describe una marcada estructura piramidal, cuyo vértice superior lo encontramos en la figura masculina que alza los brazos para alcanzar el escapulario que sostiene la Virgen. A ambos lados, las figuras de una reina y un fraile personifican que el poder o la vida religiosa no eximen de responder ante Dios por las acciones realizadas en la tierra. Éstos delimitan, con su movida pose, los vértices inferiores de la composición, evidenciando actitudes marcadamente distantes; por un lado, la reina dirige el lloroso semblante a la Virgen, apretando la mano contra el pecho y extendiendo la izquierda en actitud suplicante; en contraposición, la figura del religioso, cabizbajo y afligido, queda recogida en oración y establece un sereno diálogo con el espectador.

Esta obra es uno de los mejores ejemplos de juicios finales en la escultura sacra realizada durante las últimas décadas. Si bien el autor sigue modelos italianos, añade sus propias aportaciones con raíces en la imaginería española, especialmente en la barroca de Andalucía y la zona del Levante.

Mientras los ángeles intentan auxiliar a las ánimas del religioso con tonsura y de la joven soberana, la del barbado varón que representa al pueblo llano parece estar a punto de alcanzar el camino a la Gloria, lo cual da a entender, como hemos apuntado anteriormente, que en el más allá no son relevantes las dignidades del mundo, sino las obras realizadas en vida.

De la misma base emerge también una nube plateada sobre la que se asientan la Virgen y el Niño, rodeados del mencionado grupo de ángeles; uno de ellos vuela sobre el fraile, clavando una lanza rematada por una cruz y un ramo de azucenas sobre la demoníaca criatura que encarna el mal; a la misma altura, un querubín besa el pie izquierdo de María. En la zona superior de la nube escoltan a la Señora dos angelitos, uno de ellos sostiene una bandeja de orfebrería con más escapularios mientras el otro contempla al Niño en actitud de oración.

Por sus calidades, la pieza de Ramón Cuenca recibió la mayor consideración de Pedro Castellanos en la Opinión del Experto del XIV Premio La Hornacina. Para Castellanos, el conjunto también representaba esa antigua labor gremial en la que trabajaban los artistas en distintos campos, pues Ramón Cuenca contó con el auxilio de otros grandes profesionales: los pintores Santiago Rodríguez López y Andrés Carrasco, el tallista y dorador Manuel Ángel Lorente, el orfebre José Manuel Bernet y el diseñador Sergio Cornejo. El vestidor de la Virgen es Antonio Rivera, hermano mayor de la Archicofradía del Carmen de la que es titular.

Esta obra recuperó para el culto de la céntrica iglesia de Huelva la devota representación de las Almas del Purgatorio, presente de forma pictórica a los pies de la parroquia hasta su última restauración, cuando el llamado "Lienzo de Ánimas" quedó instalado en la Ermita de Nuestra Señora de la Soledad.